Docente y bibliotecaria Argentina
Comenzar a contar una historia en primera persona es colocar palabras a cada una de las experiencias y sensaciones que sucedieron en mi tarea de enseñar en cuarentena. La tarea de enseñar en cuarentena ha sido un mar de emociones sentidas en los últimos meses, desde miedo, incertidumbre, cansancio, hasta satisfacción, alegría y orgullo.
Soy técnica en bibliotecas y maestra de segundo ciclo, es decir de niños pequeños entre 6 y 8 años, de una escuela que encuentra ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires en Argentina. La pandemia vino a retar no sólo mis capacidades de enseñar, sino también mi control emocional, durante los últimos meses tuve que echar mano de mi creatividad, mi capacidad de resiliencia, tolerancia y comprensión tanto de mi misma como de mis alumnos y sus familias.
Los desafíos emocionales de una docente bibliotecaria y la tarea de enseñar en cuarentena
Frustración: Cuando recibí la noticia que tenía que dar clases desde mi casa me angustié un montón porque tenía una computadora básica sin cámara ni sonido; sólo contaba con mi celular para realizar las videollamadas. Planificar desde ese momento cómo llevar a cabo mi tarea de enseñar fue un desafió ya que la aplicación del teléfono celular con el que iba a dar mi clase solo permitía aceptar 4 participantes y también dependía de que los celulares de los papas de mis alumnos estuvieran actualizados, sino era así, pasaban al siguiente turno, lo que me exigía dar clases también los días sábados.
Cansancio: La tarea de realizar las llamadas en pequeños grupos me generaba un gran cansancio pues comenzaba mi primera clase a las 9:00 a.m. y terminaba a las 18:00 p.m.
Alegría: Me compré un pizarrón, marcadores y un borrador para dar clases en mi casa. Solicité una computadora a la escuela y me la prestaron varios meses después. Pero mi más profundo interrogante era ¿A través de qué medio daría la clase? me puse a investigar y podía ser por zoom o por Google meet. Avisar a las familias como descargar el programa era el mayor desafío, al final Google meet fue la mejor opción para todos. La preparación de mis clases por computadora estuvo acompañada por mi familia donde ellos participaban mirando desde su celular si se podía ver con claridad el pizarrón o la posición que colocaba la compu.
Miedo: La sorpresa que me lleve en el momento de dar mi primera clase por meet fue escuchar a mis estudiantes del primer grupo decirme: “seño se ve al revés el pizarrón”... ¡me quedé paralizada!. Nunca voy a olvidar que el tema que estaba por explicar era familia de palabras. Justo el día anterior estaba probando como utilizar jamboard y preparando una actividad para practicar con mis alumnos. Tuve entonces que usarla sólo como pizarrón. Esto me llevo a dar marcha atrás y volver a utilizar el celular para dar clases.
Tranquilidad: Pensar cómo resolver lo de la cámara de la computadora me llevo a que me auto-regalara una cámara web, no fue sólo un regalo para mí, lo fue también para mis alumnos, pues pude resolver ese problema que me tuvo muy intranquila por varias semanas. Armar pequeños grupos para trabajar en forma virtual me permitió no cansar a las familias que son un pilar fundamental en este proceso de acompañamiento.
Ansiedad: Cada vez que tengo que dar inicio a las clases virtuales me siento muy ansiosa por volver a encontrarme con mis estudiantes, escuchar sus historias, sus preguntas, sus emociones, y también temerosa de que las cosas no salgan como lo había planificado en cuanto a la señal de wifi, la poca señal que tenemos en mi ciudad; el sonido, que ellos me escuchen o viceversa, que la pantalla de la compu no se quede firme, congelada o se pierda la imagen, que ellos se puedan conectar sin inconveniente (si no lo hacen estoy al mismo tiempo desde mi celular preguntando si tuvieron alguna dificultad), que el sistema no me saque de las clases, cosa que ha sucedido y otras cosas más que no puedo solucionar porque no están bajo mi control, como el que las familias tienen sólo un celular para que 3 o 4 niños estudien al tiempo y precisamente ese es el celular con que trabaja su madre.
Orgullo: La profesión que elegí es mi mayor satisfacción porque puedo transmitir conocimiento a cada uno de los alumnos que pasan y han pasado por las diferentes aulas donde estuve enseñando. Ha sido gracias a mi formación como docente que he podido enfrentar este tremendo reto de sostener mi tarea desde la virtualidad. Esta pandemia me llevo a auto descubrirme en mis competencias y habilidades tecnológicas, pensé que no las poseía y verdaderamente me sorprendí; puede indagar y participar de los diferentes cursos virtuales para explotar mis capacidades.
Terminar un año donde la pandemia cambio mis esquemas de concurrir al aula en forma presencial fue un gran desafío personal; comprendí que desde mi lugar pude aportar un granito de arena y sembrar conocimientos para generar ideas nuevas. Pero sobre todo comprendí que me siento agradecida porque estábamos todos sanos y por comprobar que no había perdido mi capacidad de motivarles, incluso a través de una fría pantalla. Cada uno de los docentes tenemos esa capacidad de resiliencia y de adaptarnos a lo que nos toca vivir y no importa las horas.
Pero como mamá de un hijo con TEA también llevó a que mis temores estén a flor de piel y sentirme angustiada ya que, mi tarea de enseñar me consumiría más tiempo de teletrabajo y él por su diagnóstico necesitaba de ayuda y tiempo para resolver sus actividades que también eran de forma virtual; fue una tarea titánica para la familia. Y la mayor gratificación que recibí es que mi hijo pudo saltar esa valla llegando a su meta tan anhelada al 4 año del secundario.
Nunca hubiera podido llevar a cabo mi labor y enfrentar este gran desafío sin el apoyo incondicional de la familia de cada uno de mis alumnos . A mi familia les doy las gracias por acompañarme mientras daba mis clases virtuales; sus silencios, mi espacio, su comprensión cuando terminaba cansada y me quedaba callada.... Entonces me sorprendía con un rico mate cebado; eso es amor incondicional.
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